Kurt Stryker era un hombre curtido y de pocas palabras, pero el deseo que sentía por Debranne resultaba irrefrenable. De modo que, cuando necesitó una esposa para mantener la custodia del niño que tenía a su cargo, empezó a ensayar su “sí quiero”.

El problema era que siempre que tenía a Debranne entre sus brazos no conseguía que sus labios pronunciaran la declaración. Sin embargo, aquella mujer dulce y cariñosa le hacía desear pronunciar otras dos palabras que se había jurado no volver a repetir jamás, "te quiero"...