Zoe estaba decidida a encontrar al marido perfecto. Tenía que ser un hombre estable, sincero... ¡cualquiera, menos el buscador de emociones Gabriel Flynn! Habían compartido un par de besos abrasadores en la boda de los que eran sus mejores amigos, pero Zoe había decidido no permitir que las cosas fuesen más allá con un tipo tan despreocupado como Flynn.

Flynn sabía muy bien cuál era la opinión que Zoe tenía de él, pero también la sensación de que su fachada tan fría escondía una pasión que deseaba ser liberada. Además, aquella mujer despertaba en él emociones que creía muertas. De pronto, lo que había empezado como un juego, se transformó en algo más.