¿Era ese el milagro por el cual oró?

Sarah Austin creyó que su corazón se haría pedazos el día que fue obligada a entregar a su hijo en adopción. Aunque el convertirse en enfermera de pediatría alivio su dolor, no logro sobreponerse a la amargura.

Cuando al fin estuvo dispuesta a olvidar, Sarah partió hacia la casa de verano de su tía en la isla Mackinac, un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido.

Allí conoció a Tyler Danielson, un hombre cuya mirada atormentada la conmovió. Se enamoró de él y de David, su hijo, huérfano de madre. Pero los ojos del pequeño no eran parecidos a los de su padre. De hecho, le resultaban extrañamente familiares…