Su lucha resultaba inútil, pues ella sabía que, al final de cuentas, se rendiría...

Alex Cameron llevaba una cómoda y reclusiva vida. Ella amaba su trabajo como talladora de piezas de jade y estaba orgullosa de criar a su hija sin la ayuda de ningún hombre. De hecho, Alex había jurado mantenerse completamente alejada de los hombres hasta que Richard Lewis llegó y trastornó su equilibrio.

Él persistía en despertar los anhelos y deseos que ella había escondido tras su escudo de independencia. Valientemente se preparó para la batalla de voluntades que inevitablemente precedería a su conquista.