A Gwen Blackshire le intrigó aquella gran mansión que se erguía cerca de la suya en aquella playa del Pacífico y sintió cierta curiosidad por conocer a su morador. Gwen supuso que debía ser un solitario. Pero ahora, mientras se abría paso a través de los invitados que abarrotaban su sala de estar, se dio cuenta de que su suposición no podía haber sido más errónea.

Allí encima de una mesa, Scott Stewart estaba despojándose alegremente de sus ropas al ritmo de la música. Gwen, representante de la oficina del sheriff del condado de Paos, estaba anonadada. Cuando Scott saltó de la mesa, Gwen recordó súbitamente el objeto de su visita. ¿Podía entregarle una citación a un hombre en calzoncillos?