La tímida Melissa había conseguido desinhibirse un poco en aquel bien merecido crucero, y no pensaba consentir que Miles Thatcher, por muy escritor y muy famoso que fuera, le estropeara los intentos que ella hacía por divertirse. Además, resultaba increíble que le reprochara su "frívola" actitud, y luego él se dedicara a robarle besos a la luz de la luna...

No tenía derecho a decirle qué podía y qué no podía hacer. Al fin y al cabo, no volverían a verse nunca después de aquel crucero. ¿O sí?