Deleitado, la miró profundamente a los ojos. Era lo que ella había añorado tantas veces. Para el doctor Charles Franklin, oftalmólogo, el sueño se había hecho realidad. La hermosa Johanna Jenkins estaba de vuelta en St. Louis y, desafiante, había irrumpido en su vida.

Charles había sido su primer amor en la escuela secundaria. Pero en el reencuentro, una eternidad los separaba de aquellos días llenos de inocencia y dolor. El abandono fue la primera y más dura lección que ella aprendió; un amargo casamiento posterior fue la siguiente. Johanna ya no deseaba el amor de un hombre, ni el cariño ni la ternura. Ella sólo buscaba una cosa: tener un bebé.

Sin embargo, cuando Charles la tomó en sus brazos y selló la unión con un beso, ella se dio cuenta de la fragilidad de su plan. Él quería vivir con ella, amarla, demostrarle que la pasión había crecido desbordante a través de todos esos años. ¿Podría ella resistir la tentación de correr el riesgo.