Ella deseaba algo más que una aventura pasajera.

Cuando Beryl reemplazó a su hermano enfermo y voló a Nepal con el equipo para el grupo de alpinistas, no tenía intenciones de unirse a la expedición que escalaría el Monte Everest.

Pero el destino y el fuerte magnetismo de Rock Rawlings conspiraron y la obligaron a quedarse. A pesar de que saltaba a la vista que ambos se atraían, Rock aseguró que nada lo alejaría del camino que se trazó para alcanzar su meta.

Beryl, quien con anterioridad sufrió un desengaño amoroso, se había prometido nunca volver a enamorarse, y menos de un hombre como Rock. Sin embargo, él descubrió una corriente primitiva en ella y logró derribar sus defensas. Beryl no pudo resistir y cedió… al amor pasajero que duraría tanto como la escalada.