Zane, un hombre que había sido mercenario, no había pensado en la importancia de dejar un legado hasta que consideró la última misión que tenía ante sí. Podía ser vanidad. Podía ser egoísmo. Y hasta podía ser locura. Pero había algo más. Zane estaba convencido de que casarse con Lesley era la última oportunidad que tenía para conseguir un heredero. Y estaba convencido de que aquella magnífica y bella mujer, y el niño que le daría, serían su destino. Ahora, más que nunca, no podía resistirse a la pasión que ella le ofrecía, ni al amor.