Parecía imposible que un hombre como Webb Copeland, que no tenía dificultad para dirigir con éxito su empresa, se viera, de repente, desbordado por los problemas cotidianos. Sin embargo, al ser un encantador viudo, con una adorable hija de quince meses, el hombre no sabía cómo quitarse de encima a todas las mujeres que parecían dispuestas a conseguir casarse con él a cualquier precio...

Así que diseñó su propia estrategia: decidió alquilarse una prometida, convencido de que eso las desanimaría por completo... y Janey fue la elegida para representar el papel. Era perfecta y, además, necesitaba dinero. Pero, cuando Webb había empezado a felicitarse a sí mismo por lo bien que había resuelto la situación, descubrió que tenía un problema aún más complicado: en cuanto vio a Janey con el anillo de pedida y con su hija en los brazos, empezó a desear que aquello no fuera sólo un arreglo temporal.