Sus defensas estaban peligrosamente débiles

Liz había intentado mantener en su memoria a su marido después de su muerte, pero con los años, su imagen se había ido perdiendo y alejado de ella.
En Aviñón, donde habían sido felices, confiaba que su imagen se cristalizara nuevamente y la consolara a su vez.

Pero en su camino hacia Aviñón, Liz quedó atrapada en la casa de Jean-Marc St. Clair, un hombre que invadió sus pensamientos, y amenazó su seguridad. Los ojos de Jean-Marc le prometieron todo lo que había perdido, y mucho más.

Él le prometió nada menos que una clase de amor que requería la entrega completa de Liz en corazón, alma, cuerpo y mente.