Ellen había ido a Río en busca de aventuras y, sin lugar a dudas, las había encontrado. Jader de Sa Moreira era el clásico amante latino... erótico, exigente y con un aura de inquietante sensualidad. No creía en las relaciones duraderas, pero sí en las pasiones de corta duración, y ella había caído bajo su hechizo con alarmante facilidad.

Pero Ellen había heredado el diez por ciento de la empresa que poseía la familia, lo cual iba a suponerle mucho más de un diez por ciento de problemas, porque iba a descubrir que, tanto como Jader deseaba tenerla en su cama, la quería también fuera del Consejo de Dirección.