Con un espíritu que combinaba el orgullo yanqui y una feroz independencia, Sarah Mackenzie se había jurado que nunca se casaría. Luchando junto a las trabajadoras de las fábricas y ferozmente opuesta a la esclavitud, se opuso con todas sus fuerzas al dominio masculino. Pero cuando conoció a Philip Calvert, tan orgulloso y misterioso como su Sur natal, descubrió un deseo que nunca había imaginado.

Más aún, vio en él a un espíritu gemelo al que le unía la creencia de que ningún hombre debía ser esclavo de otro. Pero sólo ante el cataclismo de la guerra Sarah descubrirá su verdadero valor como mujer y el poder irresistible del amor.