Dorcas lo estaba pasando muy bien en Andalucía, con su querido hermanastro Ramón. Sólo había un par de problemas que amargaban sus hermosas vacaciones, y todos provenían del imperioso don Julio Valdares, señor del lugar.

Para empezar, parecía muy interesado en adueñarse de las tierras de Ramón y, por si eso fuera poco, también demostraba gran empeño en frustrar la prometedora amistad de Dorcas y Rafael Montez. Aparentemente, don Julio Valdares estaba convencido de que ella era solamente una chiquilina tonta... ¡lo cual distaba mucho de ser cierto!