Tres años antes, cuando Daniella todavía era una estudiante de arte que luchaba por abrirse camino, podría haber jurado que Marc Penbrooke la quería. Pero la abandonó con la explicación de que tenían que seguir sus destinos.

Ahora él volvía a su vida y le hacía saber lo que pensaba de ella: que era una calculadora cazafortunas que se ganó el afecto del padre de él, en espera de una tajada de su herencia cuando llegara el momento. ¿A qué se debía que Marc estuviera resuelto a pensar lo peor de Daniella? ¿Y por qué le afectaba tanto a ella?