Después de una noche de parranda con Kevin Anderson, Lisa Malorey descubrió que se estaba enamorando. Él era apuesto, inteligente y compasivo. La dedicación a su trabajo resultaba comparable con la de ella, y ahí estaba el problema.

Como senador, Kevin trataba de frenar los gastos excesivos del gobierno. Lisa, como astronauta, sentía con igual intensidad que nada ni nadie debía reducir los fondos necesarios para seguir con el programa espacial.

Tan apasionado uno como el otro, ninguno estaba dispuesto a renunciar a sus convicciones. Sin embargo, eran conscientes de que debían buscar una solución. El de ellos no era un amor pasajero, sino uno destinado a perdurar hoy, mañana, siempre...