Cuando Michael Drake apareció en su puerta, Kendra pensó que sus sueños se hacían realidad.

Había ardillas en la chimenea, pelusas de polvo en el pasillo y su gato se negaba a salir de su escondite. La idea de su amiga de contratar a un "marido de alquiler" le pareció la respuesta a todos sus problemas.

¡Un hombre a su servicio veinticuatro horas al día!

Michael comprendió que tenía que atender el caso de Kendra en persona. Era obvio que necesitaba su ayuda. Y, aunque estaba decidido a respetar la norma de la compañía sobre las clientes, Kendra era demasiado tentadora...