Todos los empleados se temieron lo peor cuando les dijeron que Alexander MacKenzie en persona iría a la mansión. Pensaron que el hombre llegaría dispuesto a realizar cambios y a supervisar el trabajo de todos. Sin embargo, encantado con la antigua y venerable casa, su entorno natural y, al parecer, con Sarah, su ama de llaves, Alex decidió dejar todo como estaba y, además... quedarse allí para descansar durante unos días.

Sarah sabía que eso sería peligroso. Una cosa era ver aparecer a un hombre muy atractivo en la puerta de tu casa diciendo que es tu jefe y otra muy distinta que ese mismo hombre se quede a vivir a tu lado...