Luke Brannigan estaba convencido de que Whitney le había arrebatado su herencia, y quería que se marchara para siempre de la casa de su abuela. Aquella casa la pertenecía a él por derecho propio y la necesitaba para formar un verdadero hogar para su hijo de nueve meses, Troy...

Whitney estaba destrozada. Por un lado, se había prendado de Troy nada más verlo. Por otro, sabía que el niño necesitaba crecer en una familia estable; ¿cómo iba a dejar que Luke afrontara solo las dificultades de ser padre soltero? Necesitaba ayuda y Whitney tendría que quedarse para enseñarle cómo criar a un bebé.