El doctor Grey Treveran había visto demasiadas muertes y su fe en la medicina ya no existía. Fue a las montañas para descansar. Lo que no esperaba era tener un accidente y acabar a merced de una mujer que parecía una hechicera.

Jill Stanton había vuelto a la cabaña de su abuela, en medio de los bosques y, siguiendo una tradición familiar, hacía experimentos con hierbas. A Grey le parecía una persona impulsiva, e incluso un poco loca. Él era un hombre realista. Ella hacía pociones de amor... Grey no creía en esas cosas, pero no pudo evitar caer bajo su hechizo.