La misión de Quinn O'Byrne era muy sencilla: enamorar a Kerstin Lundquist para que ella lo llevara hasta su hermana gemela, sospechosa de varios delitos. El oficial nunca mezclaba el trabajo con el placer, pero cuanto más cerca estaba de la seductora pelirroja, más difícil era mantener el asunto en el campo estrictamente profesional.

La preciosa Kerstin estaba haciendo que Quinn se olvidara de su investigación y que recordase lo maravilloso que era pasar largas y ardientes noches en los brazos de una mujer. Sin darse cuenta, se había enamorado de verdad y tenía que resolver un problema: él era un oficial trabajando de incógnito y ella no debía averiguar su auténtica identidad.