Ella se consideraba un fracaso absoluto. No era culpa de Charlotte, como todos pensaban. Había trabajado con ahínco, pero las tendencias del mercado se volvieron en su contra. Ahora tenía que empezar de nuevo. De manejar su propio negocio, tendría que aprender a recibir órdenes. Y el hombre de quien las recibiría era Daniel Jefferson, el abogado de éxito. No era de sorprender que Charlotte resintiera su actitud; el contraste entre sus carreras era demasiado grande. Pero, ¿qué era lo que Daniel sentía por ella?