Bethany Forsyth vislumbró en brazos de Bram Curtis, a los dieciséis años, la maravilla de ser mujer. Pero al sorprenderlos el padre de ella, su satisfacción quedó trunca.

Dos lustros después, Bram volvió, dispuesto a reiniciar la escena interrumpida en la adolescencia de ambos. Pero algo no andaba bien en él, parecía reacio a formalizar su extraña relación. Era claro que la vida lo había convertido en un hombre temeroso, desconfiado y amargado.

Una noche ella se le entregó, pero la actitud de él a la mañana siguiente la desconcertó, pues atribuyó todo al simple deseo provocado por una luna atrevida.