Shirley Brown no quería creer lo que le decía su padre. Para ella, Clinton Markham no era un delincuente ni un ladrón, y tampoco le había mentido. La noche de amor y pasión que había vivido entre sus brazos le daba la razón... pero finalmente la realidad se impuso.

Diez años después, Shirley ha tenido que revivir el mismo dilema en análogas circunstancias y el éxtasis entre sus brazos ha sido tan envolvente como la primera vez. ¿Es todavía Clinton Markham el mismo personaje que le mintió y la utilizó sin escrúpulos de ninguna clase?