Él era un millonario donjuán. Un mujeriego implacable. Nadie había sido capaz de amarrarlo para siempre.

Dee-Ann no conoció a Derek hasta que despertó en su cama. Apenas un vergonzoso recuerdo de embriaguez y deseo. Hasta un día atrás ella había sido una mujer independiente, tanto por sus recursos económicos como por la entera libertad con que manejaba su vida.

¿Cómo había caído hasta convertirse en un juguete en manos de Derek? Besos que no podía olvidar, caricias cuyo solo recuerdo la estremecían. Ella tenía que escapar. Tenía que encontrar algún objetivo en su vida más allá de esta encendida pasión, de este abismo en que había caído.

Tal vez podría conseguirlo todo -y abrir un camino de esperanza- si secretamente quedaba esperando un hijo suyo...