El amor llamó a su puerta, pero Caroline no supo reconocerlo.

Al llegar a su apartamento, Caroline descubrió con horror que alguien lo había asaltado. Sus prendas íntimas aparecían esparcidas por el suelo en completo desorden, pero no había señales de robo.

"Sólo un maníaco neoyorkino puede hacer una cosa como ésta", se dijo Caroline. Como la policía apenas le dio importancia al hecho, Caroline llamó al cerrajero de enfrente. Aunque no quisiera, tendría que cambiar los cerrojos y enrejar las ventanas.

A Stephen Duffy no le sorprendió la llamada de Caroline. Llevaba cierto tiempo observándola desde su tienda, al otro lado de la calle, y por fin gracias a aquel "incidente" iba a tener la oportunidad de conocerla...