Cordelia no comprendía que Gil Montero rechazara su herencia y el título de Lord de Mornington, para seguir viviendo aislado en las montañas de Asturias. Pero de pronto, él cambió de opinión y volvió a Inglaterra para asumir su cargo.

Cuando Cordelia se dio cuenta de que también algo en su interior había cambiado, se preguntó si no habría sido mejor que Gil hubiera permanecido en su refugio montañés.