En un camino embarrado cerca de Dawson Springs, volvieron a encontrarse.

Gwen Nolan miró el rostro que llevaba sin ver doce años y oyó los ecos de todas sus promesas y fantasías. Daniel Kingston dijo su nombre, como lo había hecho tantas veces en sus sueños, y Gwen sintió que el corazón le daba un salto. Era como si el tiempo hubiera dado marcha atrás.

Pero entonces, un dolor familiar volvió a aparecer, el dolor de todos los secretos que había tenido que soportar a solas. Gwen se dio cuenta de que no le podía decir nada a ese hombre, al único hombre al que había entregado su corazón.