Gabriel McGuire sabía de sobra que a Chloe Cavanagh le fastidiaba tenerlo como jefe. Desde luego, él no era blando, pero ella tampoco se quedaba atrás.

Además, una cosa era que entre director y reportera hubiera algunas desavenencias, y otra muy distinta la forma temeraria en la que Chloe abordaba su trabajo. De vez en cuando tenía que reprenderla, pero lo hacía por su bien. Ella hablaba en broma de su «ángel de la guarda» y Gabriel no dejaba de oír una voz interior que le repetía que esa chica necesitaba que la protegieran.