No hacía falta ser especialmente inteligente para darse cuenta de que la mujer que estaba a punto de convertirse en la secretaria de su padre ocultaba algo. Y Alex Thorne no era tonto. Pensaba que, en cuanto la joven se incorporara a su puesto de trabajo, lo que conllevaba vivir en la mansión familiar, podría desenmascararla y averiguar los motivos que la habían impulsado a ocultar su identidad. Pero estaba equivocado...

Intentó enfrentarse a ella y después, intentó seducirla. Pero Erica no desvelaba nada, ni siquiera sus crecientes sentimientos por Alex... Erica estaba entre la espada y la pared: no podía formar parte del futuro de Alex si antes no le contaba su pasado. Y si lo hacía, podría perderlo para siempre...